El fenómeno del COVD-19 llegó para instalar lamentablemente, otra vez, una grieta en la población. Retomando un poco lo que hablamos hace unas semanas en nuestra nota «Un mundo (no tan) feliz», parece que hay ciertos integrantes de la sociedad encargados de decirle al otre cómo debe sentirse. Asimismo aparecen juicios de valor extremista, frente a quienes manifiestan no sobrellevar de la mejor manera el confinamiento. La idea de que el aislamiento lo llevan bien solo les valientes, pone en jaque incluso ciertas creencias generales que se tenían hasta el momento.

Entonces de momento, en Argentina, nos encontramos frente a realidades tan diversas y duras que ni las mejores intenciones alcanzan a solucionar. Sin ir más lejos, se prohibieron por decreto los despidos durante el periodo de aislamiento, y  no se cumple.  

 

Así es que también nos preguntamos nos preguntamos todos los días un poco más, qué pasa con quienes están cerrando sus negocios, en quienes no pueden acceder a créditos, en quienes trabajaban y siguen trabajando en negro, en quienes son despedides de sus trabajos. También nos preguntamos por les adolescentes y les niñes que dejaron sus rutinas, sus amistades y se encuentran rearmando rutinas para cumplir con las demandas de la escuela, entre otras cosas. Y por supuesto que pensamos en quienes no tienen las condiciones de vivienda aptas para afrontar las demandas básicas de higiene y prevención de enfermedades. 

También vale la pena recalcar que además existe una angustia que refiere a quienes pasan el día pensando en que pueden enfermar o se pueden enfermar sus familiares, a quién entre otras cosas, no ven hace semanas.

Las publicaciones en redes sociales son una herramienta de crispación.

¿Has visto algo parecido en las redes?

Mientras tanto, en España, si bien la desescalada sigue progresando, los sentimientos son semejantes. Hay muchas personas que se ven desprotegidas ante una situación para la que las medidas que se adoptan muchas veces son insuficientes o cuentan con un sesgo importante.

Aquí cabe mencionar que ayer mismo se aprobaba el ingreso mínimo vital, un paso adelante en el camino al tan socorrido Estado del bienestar que a veces parece perderse en el horizonte.

¿Quién puede entonces reír sobre esto? ¿Quién puede subestimar la angustia? ¿Quién tiene la autoridad para decirle al otre como se debe sentir? 

Si crees que tenés más resiliencia ante esta situación, te invitamos a que hagas tu aporte frente a las personas que en verdad no la están pasando nada bien. Si hasta ahora estás sobrellevando esto con calma hasta incluso con momentos de alegría, es hora de que puedas aportar tus herramientas para ayudar al otre.  

En este momento muchas personas no están pudiendo visualizardesarrollar proyectos, ni visualizando metas, algunas de las causas que desencadenan en depresiones. Por tanto, la energía que hasta ahora estabas usando para mofarte de quienes no están pudiendo sobrellevar esto como vos, utilizala para brindar herramientas. Podés comunicarte con palabras de aliento, inventarle planes de entretenimiento, con videollamadas (te recomendamos leer nuestras publicaciones con consejos sobre esto) por ejemplo. Podes mostrarle que puede contar con vos para calmar su pena. 

Como comunicadores invitamos a conectar con nuestras emociones como con las de les demás. Pasamos de vivir en una sociedad que optó por esconder y disfrazar sentimientos detrás de pantallas y emojies, una sociedad que ya estaba aislada de alguna manera, y que hoy se enfrenta con mucho de lo que había decidido tapar bajo la alfombra. 

Entrar en comunión

¿Qué pasó con los aplausos de las 20hs (España) y de las 21hs (Argentina)? ¿Salías a aplaudir? ¿Por qué lo hacías? ¿Lo seguís haciendo?

Quienes lo hacían, decían encontrar en esa acción, una forma de expresar: «estamos todes en esto y hay que apoyar a quienes nos están cuidando». Sin entrar en detalle en todo lo que se puede desprender de esa lógica de pensamiento (porque además ya lo hemos hecho en varios posteos) en la superficie veíamos que por un lado se apelaba a la solidaridad y por el otro a la igualdad. Pero… poco a poco, en  el camino nos dimos cuenta que ese discurso que pedía del esfuerzo de todes comenzó a tornarse intolerante y apático. Y ahí una vez más el vigilar y castigar.

Comunicarnos de manera efectiva, implica desarrollar y aplicar habilidades a nuestros discursos. En ese contexto la empatía,  es una de las herramientas más importantes, pero no siempre se aplica de manera correcta.

A menudo escuchamos que «la capacidad de ponerse en el lugar del otre» es su definición correcta, sin embargo ser empático en un proceso de comunicación implica comprender aquello que nos dicen teniendo en cuanta la historia, el contexto, los vínculos y las emociones que produce en nuestro interlocutor éso que nos dice.

Lograrlo requiere esfuerzo, sin dudas, y por eso los discursos intolerantes y carentes de simpatía emergen con mayor facilidad cuando aquello que veo o escucho no se parece a lo que yo haría o siento.

En Pájaro Comunicación creemos que cuanto más amplia sea la esfera social de la comunicación mejor serán los vínculos y los procesos entre las personas.

No neguemos lo que al otre le pasa, seamos partes activas de relatos, discursos y procesos que vuelvan a poner a la empatía al servicio de nuestro ser social.

Muchos especialistas aseguran que ya estamos frente a la «nueva normalidad», pero ¿qué es lo normal?

Qué se considera ser «normal» en el 2020 parece que es una pregunta cuya respuesta se escapa incluso a los más académicos.  En Pájaro Comunicación preferimos hablar de que estamos entrando en un nuevo paradigma, uno en el que quizás, las tecnologías pisan más fuerte que antes y donde por supuesto no podemos bajar la guardia para no aplastar a la humanidad.

Es entonces donde ordenamos en la mesa: situaciones económicas diversas, situaciones familiares diversas también, proyectos que se caen o que se alejan más que antes, todo ello sumado a la inexistencia de proyectos para autovalerse de manera independiente. Sin olvidarnos de las situaciones de vulnerabilidad que se han visto agudizadas. ¿La crisis de las instituciones? Puede que sí. La angustia por no saber qué va a pasar, la incertidumbre y una vez más, las desigualdades no sólo económicas sino sociales, que nos muestran claramente que de esto (como de cualquier otra cosa) salimos entre todes.

Si esto servirá para adoptar cómodamente la idea de una «nueva normalidad» en la que se creen nuevos modos de relacionarnos, ENTENDIENDO que como veníamos haciéndolo, no era sano para nadie, bienvenido sea. Si no, no entendemos el objetivo de cambiarle el nombre a algo que busca ser lo mismo de antes, adaptado al contexto de aislamiento de hoy. Con esto nos referimos a quienes trabajan en casa intentando hacer lo mismo que antes y buscando incluso mejores que resultados que antes, queremos decirles «HOLA, eso no va a funcionar así». Pero no nos queremos ir de tema porque tenemos una nota preparada para hablar de eso mismo (y también actividades abiertas para la reflexión que pronto saldrán a la luz, atenti).

¿Qué nos dice la OMS (Organización Mundial de la Salud)?

Según la OMS, la definición de salud mental «está relacionada con la promoción del bienestar», e incluso profesionales admiten que el optimismo y la capacidad de mantener la esperanza, son factores protectores para la misma.

¿Pero cuántas personas pueden hoy alcanzar el optimismo?

Cuidar la salud mental en este contexto se volvió rápidamente una preocupación para las autoridades que pese a advertir los daños psicológicos del confinamiento no llegaron a dimensionar el problema que hoy se cuela en redes sociales, artículos periodísticos y paneles de expertos por televisión.

Detenernos en medio de esta nueva vorágine es fundamental para advertir qué nos está pasando, qué nos dice el cuerpo, o por qué nos sentimos así.  Quizás sea la primera vez que la angustia o la depresión toca a nuestra puerta, y es necesario poder reconocerla sin temor ni presiones para  aceptarla y atravesarla si es eso lo que hoy necesitamos.

Nadie tiene derecho a imponer en nuestras vidas la «dictadura de la felicidad», donde los llantos y las angustias son mutilados en nombre de la meritocracia (de les creadores de «los hombres no lloran»).   Porque las personas viven realidades distintas unas de las otras, donde las necesidades y las posibilidades no suelen parecerse, y por eso hay que prestar atención «a de qué nos reímos» cuando lo hacemos. Dejar de usar la risa como arma minimizadora para no poner en discusión las problemáticas que existen.

En una nota publicada por el portal argentino de noticias Infobae, la licenciada en psicología y psicopedagogía  Viviana Kelmanowicz  (MN 20286) aseguró que «es imposible no tener angustia en esta cuarentena. Que sea enorme, mediana o poco perceptible dependerá de nuestra genética, nuestro contexto cercano (hábitat, economía, afectos, ocupaciones o no ocupaciones), nuestra historia personal y lo que nos decimos sobre la situación».

Por eso creemos que es importante, aceptar y respetar aquello que nos genera malestar, para entender que no es incompatible con la idea de sentirnos mejor, sino parte de un proceso. «Esto también pasará» pero de cómo lo transitemos, dependerá el trayecto que recorramos. Y es tan importante aceptar el camino de une como comprender el de las demás personas, sin juicios, sin exigencias, sin reclamos.

Sabrina Sarraille

Licenciada y profesora universitaria en comunicación social.

Natalia Maciá

Licenciada y profesora universitaria en comunicación social.

Axel Matías Sarraillé

Diseñador y desarrollador web.
Activista LGTB.