AdBlock Plus (y derivados) es una extensión muy popular en nuestros navegadores. Con tan solo una búsqueda y un par de clicks se instala, no molesta y se dedica a hacer lo que dice su nombre: bloquear anuncios. Así, de una.

Los adblockers (bloqueadores de anuncios) existen desde hace más de una década, sin embargo, no fue hasta 2014-2016 cuando su uso se popularizó enormemente. En los últimos años han ido añadiendo funciones como «Listas blancas» para permitir anuncios en determinados sitios que visitemos o la polémica opción de «Permitir anuncios no invasivos».

Bloquear publicidad, ¿es legal? ¿cómo funciona?

Sí, es completamente legal, de hecho, en Europa tenemos jurisprudencia [1] que lo respalda tras una demanda a AdBlock Plus por parte de la empresa de publicidad Axel Springer. El Tribunal Supremo de Alemania falló a favor de AdBlock Plus, reconociendo así el derecho de las personas que navegan por internet a no ver anuncios.

Y es importante por cómo funcionan. Los bloqueadores de anuncios no modifican las distintas páginas web que visitamos. Funcionan mediante «listas», siendo una muy conocida EasyList. Estas listas incluyen una relación de direcciones que el bloqueador le «dice» a nuestro navegador que, sencillamente, no cargue.

Es decir, que cuando instalamos un adblocker en nuestro navegador ni la web que visitamos, ni nuestro navegador sufren ningún cambio. Nos limitamos a decir no, gracias, no quiero ver anuncios.

¿De dónde salen? ¿Y por qué se usan tanto?

Gráfica que muestra el porcentaje de población que usaba bloqueadores de anuncios en 2018

Los primeros bloqueadores de anuncios surgen en 2004 como respuesta a un internet que estaba «roto». Un internet en donde era muy común que, leyendo un artículo en un medio, nos asaltaran de repente un anuncio cubriendo toda la pantalla, banners por los cuatro costados parpadeando y publicidad emergente que cubría un trozo de la pantalla que nos impedía consumir el contenido como esperábamos. No nos confundamos, hablo en pasado porque es la realidad que existía cuando surgen los adblockers, pero, por desgracia, son prácticas aún vigentes.

En el país de Internet, la web era (y es) una ciudad sin ley en lo que a anuncios respecta. Nada está regulado y la cantidad y calidad de los anuncios es totalmente libre. También lo son las prácticas de tracking (seguimiento entre sitios) contra las que sobre todo la Unión Europea ha querido luchar exigiendo una política de cookies (esas pequeñas piezas de no sabemos ni que están ahí y se encargan de rastrear todo lo que hacemos en Internet) más transparente. Sin embargo, este esfuerzo que ha acabado derivando en una suerte de cartelito que pone algo de cookies y al que le damos a cerrar porque estorba. 

Y un día alguien dijo hasta aquí. Y claro, como quienes abusaban de la publicidad no reaccionaron a tiempo, los adblockers empezaron a ser algo muy utilizado.

De hecho, tan utilizado que aquí en España casi la mitad de las personas de 18 a 34 años tenían uno instalado. Esta cifra va disminuyendo conforme avanza la edad de las internautas.

Así que, casi de un día para otro, grandes empresas de publicidad y muchos negocios que obtenían beneficio de los anuncios instalados en sus páginas web, vieron sus ingresos y modelos de negocio amenazados. Y la sangría de usuarios continúa.

Culpabilizar a usuarias y usuarios es el camino fácil

Pero no el correcto. De nada sirve ese grito a la desesperada que sobre todo vemos como medios digitales lanzan tachando incluso de «cáncer» a los bloqueadores de anuncios y que sueltan una serie de improperios a quienes hacen uso de ellos. Tampoco es muy positivo el uso de «anti adblockers». Aquí hablamos de prácticas como sustituir el espacio del anuncio por un cartel que te anime a desactivar el bloqueador en esa página o incluso impedir el acceso al contenido de la web.

Estas actitudes son bastante agresivas y desvían totalmente el foco del auténtico conflicto. El problema inicial fue el abuso por parte de las empresas. La solución no puede pasar por exigir a las personas que se sometan de nuevo a ellos. La web se ha convertido en un lugar muchas veces hostil para quienes la visitan y eso hay que arreglarlo.

Por esa razón, aunque cueste, debemos aprovechar esta situación para reinventarnos un poco.

  • Quienes tradicionalmente han abusado de los anuncios deberán aprender a usar un modelo más sostenible. 
  • Los anuncios deberán ser de una mejor calidad y menos intrusivos.
  • El tracking (seguimiento entre sitios) deberá estar mucho más controlado.
  • Los datos de quienes visitan una web deberían ser personales y poder ejercer un control sobre ellos.
  • Deberá existir una gestión más transparente por parte de las empresas dedicadas a rastrear a las personas y lo que hacen con sus datos.

Esos son los principales puntos en los que creemos que empresas e instituciones deberán trabajar de la mano. No será fácil ni tampoco rápido, pero valdrá la pena. Es primordial que no se descuide Internet ya que es un «lugar» en el que pasamos cada vez más tiempo. E igual que se regulan los anuncios de la televisión para cuidar el bienestar, hay que ponerse manos a la obra con la web. 

Por lo pronto en Pájaro Comunicación ponemos todo de nuestra parte para colaborar en ello, asegurándonos de que la publicidad que elaboramos para nuestra clientela sea relevante para quienes puedan llegar a verla. Trabajamos en una publicidad que sea integradora, igualitaria y justa, respetando siempre los valores en los que creemos.

Todo esto es un reto, sí. Uno que, sin duda habrá que abordar y más vale empezar ya porque hará de internet un lugar más justo. Con una web que de verdad esté pensada para las personas y no para que las empresas se lucren a costa del bienestar de las personas que la visitan.

Superar este reto nos llevará a un mundo mejor.

[1] 2018. El Tribunal Supremo de Alemania sentencia que los bloqueadores de anuncios son legales.