Las relaciones sociales y la post pandemia

 El Observatorio de Psicología Social adaptada de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), realizó un estudio sobre salud mental, economía y gestión política que sondeó, entre otras cuestiones, el estado de ánimo de las personas en el día 70 de la cuarentena.

Del informe, que desde ya recomendamos consultar por el alto valor documental que aporta en múltiples esferas; se desprende que un 39 por ciento de les encuestades eligió la palabra “incertidumbre” para expresar su estado de ánimo en el contexto actual. Más allá de la sorpresa, o no, que nos genere la elección de quienes fueron parte de la muestra, nos parece importante detenernos en el carácter “contenedor” que los mismos expertos le adjudicaron en su interpretación.

“La incertidumbre invade todos los ámbitos de la vida (salud, trabajo, familia, economía, proyectos de vida, etc) constituye una “incubadora” de inseguridad, estrés, ansiedad, angustia y temor al futuro” indica la lectura de respuestas múltiples del informe, que además entran en sintonía con las dadas de manera espontánea por les encuestades.  Sin dudas, el dato alarma por lo que representa en este momento, pero también podría ser determinante en la reconstrucción de nuestro tejido social inmediato.

Y mientras el péndulo de la opinión pública se mueve entre la salud y la economía nos parece necesario comenzar a dar un debate respecto de lo social, entendiendo dicho ámbito como aquel dentro del cual nuestras relaciones sociales se construyen, nuestros roles se definen y nuestra comunicación se manifiesta.

Desde que la convergencia tecnológica se impuso por encima de los medios, les expertes han debatido respecto de la importancia de la interacción social y su debilitamiento en pos del avance de una comunicación a distancia y el detrimento de una cara a cara.

Hoy, la irrupción del coronavirus y su inmediata condición de pandemia ha llegado, entre otras cosas, para invertir el ángulo de la ya tradicional discusión académica y colocar en la cima de nuestro esquema de comunicación a la técnica; gracias a la cual es posible seguir comunicados. ¿Pero es suficiente?

¿Nos alcanza la palabra “abrazo” en el final de una videollamada, para reemplazar el que damos en persona cuando queremos decirle al otre que además de estar contento de verle también le extrañamos? ¿Es igual el beso que le niete tira desde el comedor de su casa al que irrumpe vigoroso en la mejilla del abuele? ¿Dónde está la intimidad de la charla con mi amigue cuando nos tomamos una copa juntes?

Las situaciones han cambiado, los espacios también y probablemente lo hagan las personas que aún envueltas en la “incertidumbre” no puedan volver a la sobrevalorada “normalidad” que todavía nos pretenden vender.

Nombrar para que exista

En las zonas más densamente pobladas de la Argentina el aislamiento social preventivo y obligatorio transita su día número 89. Y mientras el odio y el fanatismo siguen dividiendo las aguas en torno a si la medida debe extenderse o levantarse, una nueva realidad comienza a verse solapadamente desde otros lugares del mundo.

Esta semana el portal de noticias Infobae.com publicó una nota en la cual da cuenta de las múltiples dificultades que se presentan a la hora de entablar un encuentro post pandemia.

Entre ellas, el lenguaje se impuso como la primera barrera para logar que el mensaje llegue sin dobles interpretaciones que dañen sensibilidades o generan la incomodidad del interlocutor. En la nota, la situación que narra Akshat Pujara, un profesor adjunto de Radiología en la Universidad Emory en Atlanta, lo pone en evidencia:

“Le envié un mensaje a un colega y le dije: ‘Hipotéticamente, ¿te interesaría organizar una cita de juego socialmente distante en tu patio trasero?’”, y agrega: “No sabía cómo decírselo, y no sabía realmente cómo preguntar”.

En la misma línea una familia en California da los primeros pasos de socialización con sus vecinos y si bien toma los recaudos de reunirse al aire libre, e insta a les invitades a presentarse con tapabocas los miedos siguen latentes porque  “este es un nuevo paisaje social”, sostienen y se preguntan:  “¿Acaso debes decir: ‘Soy un distanciador social’? ¿Así es como indicas cuáles son tus necesidades? Aún no tenemos un lenguaje para describirlo”.

Por eso más allá del tiempo que le reste a los aislamientos quizás sea hora de pensar que allí afuera las cosas no serán ni mejores, ni peores, pero sí distintas. Y en este contexto las habilidades comunicativas que asumamos serán vitales para alcanzar el éxito de nuestras relaciones. No porque resulten perfectas, sino porque de esa manera lograrán ser lo suficientemente amplias, claras, respetuosas y empáticas, como para poner fin al miedo de no saber qué pasará.

Después de todo, las palabras no son otra cosa que la visión que tenemos del mundo.  Y éste amigues, ya no es el mismo y es necesario seguir nombrándolo.