Esta semana ha habido varias noticias relacionadas con el cambio climático y los desastres naturales, desde bosques enteros ardiendo en América del Sur al avance en investigaciones de la Universidad de Oxford junto a la Universidad de Sydney para que los cultivos resistan las más que previsibles inundaciones que azotarán el planeta.

Mientras nos preparamos para las consecuencias del calentamiento global y vivimos otras en el presente cabe preguntarse, ¿qué estamos haciendo para reducir sus efectos?

Estrategias de marketing del siglo XXI: publicidad verde y greenwashing

A lo mejor nos suena oír de empresas e instituciones el esfuerzo que están haciendo para reducir la huella de carbono y la contaminación. Palabras bonitas que adornan una realidad mucho menos agradable: la mayor parte de medidas que se aplican, aparte de insuficientes, son de lenta implementación, incompletas y, muchas veces, ahondan aún más en las diferencias entre grupos sociales. Esto, queride lectore, es greenwashing, «lavar» tu imagen con acciones que (en teoría) favorecen el medio ambiente pero que no dejan de ser más que una campaña publicitaria.

Un claro ejemplo de esto lo vivimos estos días con las bicicletas públicas que pone a disposición de la ciudadanía el Ayuntamiento de Madrid. Bajo la premisa de ampliar el servicio, aumentar la flota y llegar a más lugares, 15 distritos más que el actual Bicimad, se nos presenta BicimadGo. Hasta aquí todo suena genial aunque da qué pensar que una medida tan eco-friendly venga de la misma mano de quienes llevaban como principal punto de campaña acabar con la zona de bajas emisiones de la capital.

Cuando ahondamos un poco más en la información disponible vemos donde está el truco. El neuvo servicio BicimadGo, que es el que está disponible en los distritos de clase obrera, resulta hasta 12 veces más caro que el servicio original. Estamos hablando de que por 30 minutos de uso al precio de 0,5€ en el servicio original, el nuevo y complementario sube hasta los 5,8€. También escama un poco por qué 454 nuevas bicicletas (a nivel comunicacional es de lo más extraño) y con un reparto bastante arbitrario entre una lista concreta de empresas, pero no vamos a entrar hoy ahí.

En donde sí vamos a hacer hincapié es esta medida como ejemplo de greenwashing en toda regla. Lejos de ayudar verdaderamente al medioambiente o la población sólo sirve para proyectar una imagen de preocupación por la cuestión ecológica y os explico por qué:

Con la discriminación tarifaria entre servicios según la zona se segrega a la población, siendo además el acceso más caro en las zonas más castigadas por la desigualdad como por ejemplo Usera, Moratalaz o Vallecas. Si lo pensamos con más detenimiento vemos también que significa aprovecharse de quienes más necesidad puedan tener de un servicio así. Hablamos de áreas en las que es menos probable que la población pueda acceder a un coche eléctrico para poder desplazarse sin contaminar o según toque por zonas de emisiones limitadas. También es mucho más improbable que gocen de bicicleta eléctrica propia que en los distritos que sí entran en la zona tarifaria original de Bicimad. Es decir, que entre quienes más pueden necesitar acceder al nuevo BicimadGo y quienes menos recursos tienen de media, es a quienes se penaliza más.

Al final, lejos del que debería ser su objetivo, democratizar el transporte verde, esta decisión se convierte en un bluff para llamar la atención de los medios y acrecentar la diferencia de clases. Una diferencia en la que quien menos tiene debe conformarse con recibir tarde y mal las migajas que sobran, ¿es justo?

¿Realmente aporta un beneficio ecológico este servicio? ¿Busca mejorar la vida de la población o la calidad del aire que respiramos? ¿Qué quiere realmente conseguir el Sr. Almeida con esta acción?